En el calor de julio, el amanecer es uno de los momentos que más disfruta el paseante. La ciudad se ha vencido al silencio. El sol pierde su dominio por unas horas.
En el desierto Parque Alfredo Nobel el sol se abre paso entre la vegetación. La lavanda, que dibuja una línea malva por gran parte de la ciudad, se enciende con los primeros rayos de luz.
El Alcorcón sucio, lleno de contenedores desbordados y de calles mugrientas está a unos metros. Pero al paseante le gusta imaginar que su ciudad quiere tener algo de la Provenza de anchos campos de lavanda y sabe que toda la belleza de la naturaleza está en cada ola que mece a ese humilde arbusto encendido por la luz.
Abadía de Sénanque (Provenza, Francia), foto por AndyLawson.
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