martes, 1 de noviembre de 2011

Monte alegría

Hoy parecía que noviembre le iba a mostrar su rostro severo al paseante. Pero no ha sido así. La mañana amaneció gris, pero la temperatura era muy suave.

El paseante ha ido hoy en busca de más alturas (y misterios), como el Monte de la estantería que visitó ayer. Y hoy se ha subido al montecito que se formó en el Parque Oeste, enfrente de la Universidad Rey Juan Carlos. Es el Parque Mayarí, que merecerá otra entrada en este blog. Desde la cima del montecito el paseante ha descubierto una curiosa yuxtaposición.

Un castillo-tobogán que provoca las risas de los pequeños al lado de una abrumadora acumulación de coches. ¿Qué harán tantos coches al lado de una zona infantil en el Parque Mayarí? Es la vida, que tiene su cara de alegría y su cara de dolor.

Quizá los lectores adivinen en la foto que desde el tobogán del parque se percibe algo que hoy ha atraído a tantas personas en sus coches: el cementerio. En el Día de Todos los Santos.

Muchas veces se nos olvida que la vida es como este hermoso camino de cipreses que lleva al cementerio de Alcorcón. Somos tierra. Y por eso debemos cuidarla y quererla (y protegerla de la codicia de algunos). Y recordar que, de repente, un día, hemos de volver a ella.
Pero el paseante sigue vivo. Se ha cruzado con un señor calvo que subía al montecito con una cámara. Ha pensado que la gente lo verá y pensará "ese gilipollas debe de ser el paseante", lo que le ha llenado de alivio, porque habrá otros vecinos que sigan retratando el milagro de la naturaleza.

1 comentario:

  1. Ese tobogán se instaló por primera vez en una plazoleta de Parque Grande en el año 1996, a finales. Era divertido y algo vertiginoso para pequeños y mayores. Luego lo retiraron y lo pasaron al parque de La Paz. De allí se fue una temporada a las instalaciones municipales y le perdimos la pista. En esos años estaba lleno de pintada y la pésima educación de los hijos de muchas familias de allí lo habían pintarrajeado (qué no "grafiteado") y mutilado en alguna de sus planchas de madera. Costó según se oía unos treinta mil euros. Me alegro que lo hayan instalado nuevamente, aunque una pena no disfrutarlo en esa zona donde se había instalado por primera vez.

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